Hace rato que me apetecía escribir sobre este tema, pero como no me sobraba tiempo para
organizarlo y tampoco sabía bien cómo abordarlo, lo fui dejando en el «cajón», así
que, mejor publicarlo de una vez, a ver qué sale…
Al traducir,
muchas veces me doy cuenta de que algunas palabras que al principio parecen
sinónimos perfectos se emplean de formas distintas según el contexto en que se
encuentran. O sea, son «casi» lo mismo, pero ese «casi» hace toda la
diferencia. En general, la preferencia por una u otra forma se debe a una
convención social, es decir, a lo que dicta la costumbre.
Un ejemplo son las
palabras «fuga» y «huida» que, en teoría, son sinónimos, ya que básicamente ambas
significan «escapar» y comparten un mismo origen. La palabra «huir» procede del latín vulgar fugire, por fugere, a su vez la palabra «fugar» viene del latin fugare, por vía culta. De ahí también las palabras fuga y fugaz. Fugare (espantar, hacer huir) deriva de fugere (huir), por eso en latín fugar significaba ambas cosas: perseguir y huir.
Tratando de encontrar un rasgo que distinga las dos palabras, me da la impresión de que «huida» es algo planeado, con un objetivo; y «fuga», algo accidental, ya que se suele decir «fuga de gas o petróleo» para referirse a la salida accidental de un gas o líquido por un orifício. Sin embargo, mi teoría cae por tierra, cuando me encuentro con «fuga de cerebros» que no tiene nada de accidental, ya que se emplea para referirse a la emigración de personas destacadas por su formación técnica, científica o intelectual. Por otro lado, cuando una pareja se escapa para vivir una situación romántica y de ensueño, se suele decir que tuvieron una «huida romántica», y no una «fuga romántica». Así que hay tendencias de uso, pero no una regla.
Incluso cuando los sinónimos son perfectamente intercambiables, notamos preferencias de uso. Por ejemplo, si haces una búsqueda exacta en Google por las combinaciones «presos se escapan» y «prisioneros huyen», verás que la frecuencia de ambas construcciones presenta una razón de 100:1, respectivamente. Lo que indica que aunque sean sinónimos perfectos, hay preferencia por la primera combinación. Eso puede resultar indiferente a la mayoría de los hablantes, pero no a los traductores, para quienes la elección de una u otra forma puede implicar una traducción más, o menos, verosímil.
Tratando de encontrar un rasgo que distinga las dos palabras, me da la impresión de que «huida» es algo planeado, con un objetivo; y «fuga», algo accidental, ya que se suele decir «fuga de gas o petróleo» para referirse a la salida accidental de un gas o líquido por un orifício. Sin embargo, mi teoría cae por tierra, cuando me encuentro con «fuga de cerebros» que no tiene nada de accidental, ya que se emplea para referirse a la emigración de personas destacadas por su formación técnica, científica o intelectual. Por otro lado, cuando una pareja se escapa para vivir una situación romántica y de ensueño, se suele decir que tuvieron una «huida romántica», y no una «fuga romántica». Así que hay tendencias de uso, pero no una regla.
Incluso cuando los sinónimos son perfectamente intercambiables, notamos preferencias de uso. Por ejemplo, si haces una búsqueda exacta en Google por las combinaciones «presos se escapan» y «prisioneros huyen», verás que la frecuencia de ambas construcciones presenta una razón de 100:1, respectivamente. Lo que indica que aunque sean sinónimos perfectos, hay preferencia por la primera combinación. Eso puede resultar indiferente a la mayoría de los hablantes, pero no a los traductores, para quienes la elección de una u otra forma puede implicar una traducción más, o menos, verosímil.
El uso de sinónimos
inadecuados en determinadas situaciones, puede comprometer la fiabilidad del
mensaje. Por ejemplo, si uno va a un restaurante y pide una «empanada de pez» o
si va a una tienda de mascotas y dice que quiere un «pescado payaso» su
interlocutor lo mirará con desconfianza, pues aunque «pez» y «pescado» parezcan sinónimos, queda claro por los ejemplos que no lo son.
Otro aspecto
interesante es cuando uno de los sinónimos adquiere un sentido
metafórico. Por ejemplo, mientras los verbos «bucear» y «sumergirse» se pueden intercambiar para referirse a
alguien que se mete bajo el agua, pero solo la segunda forma se puede usar en
sentido metafórico para referirse a alguien que concentra la atención en algo,
«sumergirse en la naturaleza indígena», por ejemplo.
Este tema también
es relevante a la hora de optimizar los motores de búsqueda, es decir, a la
hora de encontrar las mejores palabras clave para mejorar el posicionamiento de
una página o las visitas a una publicación en las redes.
Bueno, como ya se
nota que hay tela para un buen rato, volveremos a ello en otra ocasión.