quinta-feira, 31 de janeiro de 2019

Tradução ao espanhol do conto "Edmundo, o céptico" de Cecília Meireles


Edmundo el escéptico 
Texto de Cecília Meireles
Tradução de Diana Margarita Sorgato

En aquel tiempo, no sabíamos qué era el escepticismo. Pero Edmundo era escéptico. La gente se enfadaba y lo llamaba terco. Era una gran injusticia y una definición equivocada.
Él quería partir con los dientes los huesos de la ciruela para chupar la mielecilla que hay dentro. Todo el mundo le decía que los huesos eran más duros que sus dientes. Se rompió los dientes para comprobarlo, pero lo comprobó. Y todos nosotros aprendimos a su costa. (¡El escepticismo también tiene su valor!).
Le dijeron que si se sumergía de cabeza en el tonel de agua del patio, podría morir ahogado. No se asustó con la idea de la muerte: lo que quería saber era si le decían la verdad. Y no se ahogó solo porque el jardinero andaba por allí.
En la lección del catecismo, cuando le dijeron que los sabios desprecian los bienes de este mundo, preguntó desde el fondo de la clase: «¿Y el rey Salomón?». Fue necesario que la profesora le diera una conferencia sobre el tema, y no salió convencido. Decía: «Tan solo si lo veo». Y en ciertas ocasiones, después de que le mostraran todo lo que quería ver, aún dudaba: «Tal vez no lo haya visto bien. Ellos siempre estorban». (Ellos eran los adultos).
Edmundo fue un alumno muy difícil. Incluso sus compañeros perdían la paciencia con sus dudas. Alguien debió de tratar de engañarlo un día, para que él desconfiara de todo y de todos. Pero por sí mismo, no, pues fue la primera persona que me dijo estar a punto de inventar el móvil perpetuo, invención que en aquel tiempo andaba muy de moda, más o menos como hoy las aventuras espaciales.
Edmundo estaba siempre en guardia contra los adultos: eran nuestros permanentes adversarios. Solo decían mentiras. Tenían la fuerza a su disposición (representada por varias formas de agresión, desde la palmada hasta la habitación oscura, pasando por estadios etapas muy variados). Edmundo reconocía la inutilidad de luchar, pero tenía el brío para no dejarse vencer fácilmente.
En una fiesta de cumpleaños, entre números de piano y canto (¡ah, qué deleite los saraos de antiguamente!), apareció un mago con su sombrero de copa, su pañuelo, los bigotes retorcidos y una flor en la solapa. A ninguno de nosotros le importaba mucho la verdad: era tan gracioso ver cincuenta cintas que salían del sombrero unidas en una sola…, y el vaso de agua que se llenaba de vino…
Edmundo se resistió un poco. Después le pareció que nos estábamos volviendo demasiado tontos. Dijo: «¡Yo no me lo creo!». Se fue a revolver el arsenal del mago y ya no pudimos ver más las monedas que le entraban por un oído y le salían por el otro, ni el sombrero de copa vacío del que salía una paloma volando… (Edmundo lo arruinaba todo. Edmundo no admitía la mentira. Edmundo se murió temprano. Y quién sabe, Dios mío, con qué verdades).

quinta-feira, 17 de janeiro de 2019

Precisión léxica en la traducción de ruidos y sonidos

El Árbol Sonante Cantante (Singing Ringing Tree), es un instrumento de viento diseñado por los artistas visuales, Mike Tonkin y Anna Liu, en el año 2006

Buscar la palabra que expresa de manera más precisa una idea es una de las claves que debemos tener en cuenta a la hora de traducir un libro. Entre los recursos retóricos para lograr que el lector «viva» la historia, destaca el despertar de los sentidos. No se trata de contar al lector lo que pasa, sino de hacer con que lo experimente por sí mismo.

La imagen sonora consiste en tratar de reproducir de manera figurada los sonidos de la naturaleza, de los hombres y de las máquinas o instrumentos. El dulce trino de los pájaros o el monótono tamborileo de la lluvia sobre un techo de zinc; el familiar silbido de una tetera o el aterrador estruendo de una avalancha; el ensordecedor estallido de las bombas o el molesto zumbido del mosquito, la descripción del ambiente sonoro agrega vida a la acción que se relata y evoca recuerdos y sensaciones. Por lo común, se usar sonido para describir algo agradable y ruido para describir algo molesto o impactante.

Para reproducir el paisaje acústico con fidelidad y verosimilitud, debemos buscar el correspondiente exacto o el que reproduzca, tanto como sea posible, el efecto del original. Veamos, a continuación, algunos ruidos frecuentes en la literatura, su traducción al portugués y sus respectivas definiciones:

Abucheo (vaia): manifestación ruidosa de un auditorio o muchedumbre para expresar reprobación.
Alboroto (alvoroço): vocerío, desorden, tumulto, como el que producen los niños en el recreo.
Alarido (alarido): grito lastimero de pena o dolor, como el que emite un herido.
Balbuceo (balbucio): habla dificultosa y vacilante, trastocando a veces las letras o las sílabas, como la que emiten los bebés.
Bramido (bramido, rugido): voz del toro, ciervo y otros animales; grito colérico o voz fuerte; ruido grande producido por el viento o por el mar.
Bullicio (bulício, barulho, confusão): ruido o rumor resultante de la concurrencia de mucha gente.
Carraspeo (pigarro): tosecilla emitida repetidamente para aclarar la garganta.
Cascabeleo (chocalho): sonido producido por cascabeles, como el que producen los coches de caballos.
Chasquido (estalo, estalido): ruido seco y súbito, producido al partirse algo, al sacudir un látigo o al separar la lengua bruscamente del paladar.
Chapoteo (chape, chapinhar): ruido producido al mover las manos o los pies en el agua o lodo, o al pisarlos.
Chirrido (chiado, chilreio/chilrada de pássaros): sonido agudo y desagradable, como el que produce una puerta oxidada al abrirse.
Chisporroteo (crepitar)= sonido emitido por un cuerpo en el fuego, que despide chispas reiteradamente, como la leña en la hoguera.
Clamor (clamor, protesto): grito que se profiere con vigor y esfuerzo, muchas veces por una multitud.
Crepitar (crepitar): sonido repetido, rápido y seco, como el que produce la sal en el fuego.
Crujido (rangido): sonido producido por algunos cuerpos, como tela, dientes, madera, cuando se rozan o se rompen.
Cuchicheo (cochicho): habla en voz baja al oído, de modo que otros no se enteren.
Estallido (estouro): ruido fuerte producido por una cosa que se revienta de golpe, como el de un cohete.
Estampido (estampido): ruido fuerte y seco como el producido por un disparo.
Estrépito (estrépito): ruido considerable, como el de una pieza de artillería.
Estruendo (estrondo): ruido grande, como el de un avión.
Farfulleo (algaravia): ritmo rápido del habla con interrupciones en la fluidez, habla atropellada y confusa.
Fragor (estridor, fragor): ruido estruendoso, como el de los truenos.
Frufrú (frufrulhar, fru-fru): ruido que produce el roce de la seda o de una tela semejante.
Martilleo (martelar): ruido semejante al producido por los golpes de un martillo.
Ovación (ovação): manifestación ruidosa, mediante aplausos y gritos, de un auditorio o muchedumbre en tributo a alguien.
Rechifla (vaia): silbido para burlarse o demostrar desaprobación.
Rechinido (rangido, chiado): ruido producido generalmente por el roce de dos cosas, como el que produce el roce de los dientes.
Repiqueteo (repicar): ruido resultante del golpe repetido de un objeto, como el de las campanas.
Resonar (ressonar, ecoar): hacer sonido por percusión, como el que emiten los tambores.
Resoplido, bufido (resfôlego, bufo): respiración fuerte y ruidosa.
Retumbar (retumbar): resonar mucho, hacer gran ruido o estruendo, como el de las bombas.
Ronquido (ronco): ruido bronco con el resuello cuando se duerme; ruido sordo o bronco del mar o del viento.
Ronroneo (ronrom, ronronar): ronquido del gato en demostración de contento.
Rumor (rumor): voz que corre entre el público; ruido confuso de voces.
Silbido (assobio): ruido producido por la agitación del aire; sonido agudo producido al soltar el aire con fuerza con los labios fruncidos o con los dedos en la boca o con un silbato.
Siseo (susurro, chiado): emisión del sonido inarticulado de s o ch, por lo común para manifestar desaprobación o para pedir silencio.  
Susurro (susurro): murmullo o ruido suave y remiso, como el de un arroyo.
Tamborileo (tamborilar, batuque): sonido repetido que imita un tambor, como el que producen los dedos sobre la mesa.
Timbrazo (toque): alerta sonora fuerte emitida por un aparato, como un teléfono o un timbre.
Tintineo (tilintido): sonido del tintín, como el de las llaves.
Traqueteo (estridor): ruido continuo del disparo de los cohetes.
Triquitraque (estridor): ruido como de golpes repetidos y desordenados, como el de los telares.
Tronido, tronar (trovejar): trueno de las nubes; estallido, estrépito, estruendo.
Ululeo, ulular (ululo, ulular): gritos o alaridos; sonido producido por el viento.
Zumbido (zumbido, zunido): ruido continuado y bronco como el que se produce a veces dentro del propio oído, como el que  producen  ciertos insectos al volar.

Si te ha gustado esta entrada, quizá te guste este artículo acerca de las onomatopeyas y voces de animales. 

segunda-feira, 7 de janeiro de 2019

La palabra de hoy es...


Empecinamiento

Tras unas merecidas vacaciones, estoy de vuelta al blog. Y para empezar el año nuevo con el pie derecho en materia de lengua, nada como una interesante expedición por el ámbito de la semántica en busca del origen de una curiosa palabra: empecinamiento.

Al escarbar por la red y por los libros en busca de pistas, me encontré con sustancias pegajosas, con un personaje histórico y con un pueblo.

Vayamos por partes…

Antes de todo, vamos a ver lo de las sustancias pegajosas

En un primer momento, empecinamiento deriva de las palabras «pez» y «pecina», la primera no con el sentido de animal vertebrado acuático de respiración branquial, sino con el sentido que figura en la segunda acepción del diccionario de la RAE:

Pez rubia o amarilla y pez negra
pez2

1. f. Sustancia resinosa, lustrosa, quebradiza y de color pardo amarillento que se obtiene de la trementina que, mezclada con estopa y otros materiales, sirve para calafetar embarcaciones de madera.
2. f. Excrementos de los niños recién nacidos.

Al igual que “pez” la palabra “pecina” también designa una sustancia pegajosa:

Pecina
pecina2
De pez2 e -ina, y este f. de -ino.

1. f. Cieno negruzco que se forma en los charcos o cauces donde hay materias orgánicas en decomposición.

Así que ambas palabras se refieren a una sustancia que, una vez que se pega, requiere esfuerzo y empeño para librarse de ella.

Ahora vamos al personaje histórico…

Juan Martín el Empecinado
Pues resulta que a principios del siglo XIX, destacó en España un guerrillero que luchó contra la invasión napoleónica en 1808, llamado Juan Martín Díez, conocido como «el Empecinado». Dicho sobrenombre era un modo despectivo de designar a los naturales de Castrillo de Duero, localidad de Valladolid donde la pecina, un lodo negruzco se arrastra por donde pasa el río Botijas.  

Hasta aquí bien, pero ¿qué tendrían que ver las sustancias pegajosas, el personaje histórico y el apodo local con la acepción actual de la palabra empecinado, «obstinado»? 

La manera en que se establece tal relación es un punto de discordancia. Mientras Cuervo atribuye tal relación al modelo de patriota incansable y obstinado, a Corominas esta explicación no lo convence, puesto que el hecho de que el epíteto se impusiera primero en América y no en España le parece poco probable históricamente, y semánticamente innecesario, y defiende que empecinarse sería derivado directo de pecina, ya que en en alemán auf etwas erpichen (derivado de pech, pez) significa “encapricharse, obstinarse”.


Castrillo de Duero, en Valladolid
Rosenblat, en Buenas y malas palabras, insiste en la tesis de Cuervo, agregando documentación americana desde 1815 y rechazando la explicación de Corominas porque no se sabe que pecina se emplee en ninguna parte de América y porque la Academia la adoptó en 1925 como americanismo.

De hecho la teoría de Cuervo parece sostenerse bien cuando uno examina los primeros testimonios escritos de «empecinado» en América, todos en contextos de ardor patriótico y resistencia contra un adversario político (y son todos posteriores al guerrillero Juan Martín). Polémicas a parte, actualmente la RAE afianza la hipótesis de Cuervo, ya que recoge el verbo «empecinarse» con una referencia directa al héroe patriótico:

empecinarse

De [el] Empecinado, sobrenombre de Juan Martín Díaz, 1775-1825, guerrillero español.
1. prnl. Obstinarse, aferrarse, encapricharse.
Ahora que ya hemos visto el controvertido origen de la palabra, vamos a algunos ejemplos prácticos de uso:

El hombre sabio no es aquel que se empecina en conseguir algo por sí mismo, sino que el que reconoce sus limitaciones y sabe recibir ayuda. (texto adaptado de la red)

Falto de reflejos, lento en sus desplazamientos y sin ambición, Borg unió a todas sus carencias un empecinamiento ilógico en conservar su vieja raqueta de madera de 420 gramos de peso. (extraído de El País, versión en línea)

Sergi Bellver: «Bethoveen llegó a ser un genio porque se empecinó en ser libre». (negratinta.com)

Sinónimoscerrazón, cerrilismo, obstinación, terquedad, (inf.) cabezonería, emperramiento, etc.

Traducción al portugués: obstinação, teimosia, capricho, birra, tenacidade, persistência, afinco, etc.

Fuentes:
dle.rae.es
www.definiciones-de.com
Diccionario de sinónimos y antónimos de María Moliner
Diccionario crítico y etimológico castellano e hispánico de Joan Corominas