sexta-feira, 29 de novembro de 2013

"Tener la mosca detrás de la oreja"

En España, la expresión “Tener la mosca detrás de la oreja” significa que alguien está escamado, sobre aviso o receloso de algo. Es decir, que se está atento y preparado para una situación probable.

El origen de esta expresión fue asociado equivocadamente al zumbido de la mosca que atrae nuestra atención, sin embargo, nada tiene que ver con el insecto. Esta expresión proviene de los primeros arcabuces y mosquetones que tenían un mecanismo de disparo llamado "llave de mecha".



Esa mecha, también llamada "mosca", se quemaba lentamente hasta llegar a la pólvora y, así, se evitaba tener que quemar la pólvora manualmente, de forma que las manos quedaban libres, proporcionando una mayor precisión al disparar contra el blanco.

Durante el intervalo en que el arcabucero o mosquetero preparaba el arma nuevamente, él retiraba la mecha y se la ponía detrás de la oreja. De ahí el origen de la expresión “Tener la mosca detrás de la oreja”.



En Brasil, dicha expresión se construye con otro "bicho". Se dice “Estar com a pulga atrás da orelha” y es probable que el origen se deba a las molestias que causaron dichos insectos bichos hasta la mitad del siglo XX, cuando montones de pulgas habitaban los colchones, almohadas, armarios, en esa época no sería algo raro despertarse en el medio de la noche sintiendo un picor detrás de la oreja.

¡Ojo! La traducción de expresiones cristalizadas e idiomatismos es más complicada de lo que parece, así que no podemos simplemente reemplazar las palabras de un idioma por sus correspondientes en el otro idioma, debemos considerar la cultura y el contexto en que están inseridos.

En este caso, aparte de lo que ya hemos visto aquí, también hay que tomar cuidado con la corrección gramatical, al traducir esta frase del portugués al español, por ejemplo, debemos fijarnos que el adverbio “atrás” debe traducirse como “detrás” ya que tiene el complemento “oreja”.

Para saber más acerca de cuándo usar “atrás” o “detrás” véase la publicación “¿Atrás o detrás? ¿Adelante o delante?

"La traducción y sus trampas", José Martínez de Sousa

Hoy les invito a conocer el artículo “La traducción y sus trampas” de José Martínez de Souza, un excelente este artículo en que el autor comenta los principales problemas con que un traductor puede encontrarse en su trabajo.

José Martínez de Sousa (El Rosal (Pontevedra), 25 de octubre de 1933) es un bibliólogo, tipógrafo, ortógrafo, ortotipógrafo y lexicógrafo español. Ha sido presidente de la Asociación Internacional de Bibliología (AIB) (1998–2000) y actualmente es presidente de honor de la Asociación Española de Bibliología (AEB). Está considerado una de las máximas autoridades en tipografía, en ortotipografía y en bibliología.



«Todos mis conocimientos profesionales son absolutamente autodidactas. Aprendí por mi cuenta (y riesgo) lo que necesité cuando me hizo falta. Algunos de mis libros, ciertamente, surgieron por mis propias necesidades de conocimientos concretos».

José Martínez de Sousa

www.martinezdesousa.net

quinta-feira, 28 de novembro de 2013

¿Casamiento, boda o matrimonio?

En Brasil prácticamente se usa una única palabra tanto para la celebración como para referir-se a la unión estable de una pareja que vive junta — “casamento” — por eso, a la hora de traducir, los brasileños suelen confundirse entre las diferentes palabras usadas en español: boda, casamiento o matrimonio.

Una boda o casamiento es una ceremonia religiosa o civil, mediante la cual se celebra el comienzo del matrimonio. Generalmente una boda es un rito que formaliza la unión entre dos personas. O sea, si te refieres a la fiesta o celebración, puedes usar las palabras “boda”, más común en España o, casamiento, más común en Hispanoamérica.

Por otro lado, la palabra matrimonio se usa para designar el vínculo entre dos personas reconocido socialmente, ya sea una unión oficializada o no.

El caso es que pasa el tiempo, cambian las costumbres, pero cada cual busca su media naranja, y el casamiento, la boda y el matrimonio nunca salen de moda.

Hay todo un legado cultural relacionado al asunto: cada pueblo tiene sus costumbres, tradiciones y símbolos: el anillo es un círculo que no tiene inicio ni fin, representa la eternidad y también señala la “propiedad”. Se lleva en el dedo anular porque se dice que hay una vena directa del corazón hasta ese dedo. El arroz que se arroja a los novios es augurio de fecundidad a la novia, el vestido blanco simboliza la pureza y así por adelante…

También hay varias creencias, entre ellas, la de que el novio no puede ver el vestido de la novia antes de la boda porque puede traer mala suerte; la de que la novia debe tener algo nuevo, algo viejo, algo prestado y algo azul el día de la boda: una de las tradiciones más seguidas por las novias, y sencilla de seguir a rajatabla (a toda costa). Lo viejo está relacionado a la amistad y se trata de un regalo que una amiga casada entrega a la novia con la esperanza de compartir su dicha; lo nuevo simboliza el futuro de los recién casados; lo prestado suele ser una joya familiar con cierto valor sentimental y lo azul se relaciona con la fidelidad.

También hay muchas frases irónicas y chistes a respecto del matrimonio. Veamos algunos ejemplos:

“El matrimonio es el proceso químico por el que se transforma la media naranja en medio limón.”

“El matrimonio es tratar de solucionar entre los dos problemas que nunca hubieran surgido al estar solo.”

“Hay tres versiones en una discusión matrimonial: la de él, la de ella y lo que realmente ha sucedido.”

“El matrimonio es la única guerra en que se duerme con el enemigo”

Completa las siguientes frases para ver si ha quedado claro cuándo se deben usar las palabras: boda, matrimonio y casamiento:

1. Conocemos a un _______________ de brasileños que llevan cuarenta años juntos.

2. El viernes pasado fui al _______________________ de una amiga.

3. En la ________________ de mi prima hubo más de cien invitados.

4. La policía investiga a un ___________________ acusado de contrabandear drogas.

5. Esperamos la visita de un _____________________ amigo nuestro que vive en Uruguay.

6. Van a celebrar su _____________________ en la iglesia de la plaza.

7. No creo que tuviera la edad más propicia para contraer _________________.

8. Salieron del notario con su certificado de ___________________.

9. Después del _____________________ los invitados se dirigieron al restaurant.

10. Aquí están las fotografías de su _____________________.

Respuestas: 1 - matrimonio, 2 – casamiento, 3 – boda, 4 – matrimonio, 5 – matrimonio, 6 – boda/casamiento, 7 – matrimonio, 8 – matrimonio, 9 – casamiento, 10 – boda/casamiento.

quarta-feira, 27 de novembro de 2013

¿Atrás o detrás? ¿Adelante o delante?

Cuando desempeña la función de adverbio, “adelante” indica la dirección hacia un lugar que está delante de otro: dar un paso adelante, seguir adelante. También en sentido figurado: “seguir adelante con la investigación”. El antónimo de “adelante” es “atrás”: dar un paso atrás, dar marcha atrás.

Normalmente se emplean con verbos de movimiento y pueden ir precedidos de las preposiciones de, desde, hacia, hasta y para.

Con las preposiciones “para” y “hacia” es preferible el uso del adverbio delante (para delante, hacia delante), pues adelante ya lleva implícita en su forma la idea de movimiento.

Cuando “adelante” se encuentre delante de nombres de lugares que indiquen un itinerario, los nombre de lugares no deberán llevar artículo. Ejemplo: Seguimos camino adelante / Caminaron senda adelante.

Adelante y atrás también sirven para designar un lugar situado en la parte delantera o trasera de un medio de transporte o de un sitio. Ejemplos: Llegamos al cine y nos sentamos atrás. / Viajaron en avión y se sentaron adelante.

Por otro lado, los adverbios “delante” y “detrás” requieren un complemento precedido por la preposición ‘de’. Ejemplos: Se puso delante de toda la gente. / Hay una cafetería detrás de ti. / Siéntese delante de ella. Cuando el complemento de delante y de detrás va precedido de la preposición de, es incorrecto utilizar adelante y atrás. No son aceptables frases como La panadería queda atrás de la escuela / Nunca se ha puesto adelante de un toro.

¿Cuál es la forma correcta?:

¿Los niños van delante o Los niños van adelante?

¿Los niños van detrás o Los niños van atrás?

¿Ponte delante para ver mejor o Ponte adelante para ver mejor?

¿Ponte detrás para ver mejor o Ponte atrás para ver mejor?



Todas las frases anteriores están correctas, cuando usamos delante y detrás se sobreentiende un complemento, mientras que en los ejemplos con adelante y atrás el adverbio señala la parte delantera o trasera de un medio de transporte o los primeros o últimos lugares de una sala del cine, por ejemplo.

No se deben usar los adverbios delante y detrás seguidos de un posesivo. Así, es incorrecto decir “delante mío” en lugar de “delante de mí” o “delante de tuyo” en lugar de delante de ti”.

segunda-feira, 25 de novembro de 2013

"El gallo Kiriko", Antonio Rodriguez Almodóvar

Este cuento, originado de la tradicción oral,  es muy conocido en España y prácticamente todos lo han oído cuando niños. Tiene algunas variantes pero básicamente es la historia de un gallo muy orgulloso que desprecia a los demás hasta el momento en que precisa de su ayuda. 

Es un cuento acumulativo en que existe una fórmula primera a la que se van añadiendo progresivamente otros personajes, favoreciendo la atención, memoria, comprensión, exprersión y motivación de los niños.



El gallo Kiriko que fue a las bodas del tío Perico.
 

En un gallinero muy postinero se iban a celebrar unas bodas de alto plumero. Las bodas del gallo Perico, que había invitado a su sobrino, el gallo Kiriko.
 

Y el gallo Kiriko, que vivía muy lejos, se levantó más temprano que nunca para ir a las bodas de su tío Perico. Muy aseado y muy bien vestido, allá va tan pimpante el gallo Kiriko.
 

De pronto, ¿sabéis con qué se topó? Pues con una caca de vaca. Llenita, llenita de granos de trigos. ¡Uhm, con el hambre que llevaba el gallo Kiriko! Entonces dijo:
 

-¿Pico o no pico? Si pico me ensucio el pico, y no podré ir a las bodas del tío Perico. Pero si no pico, me muero de hambre y para otro el trigo.

Total, que no pudo resistir la tentación, y picó. ¡Vaya si picó! Como que todo el pico se manchó.
 

-¿Y ahora qué hago? ¿Cómo voy a presentarme así a las bodas del tío Perico?
 

Camina que te camina, muy preocupado, el gallo Kiriko llegó hasta un prado. Allí vio, ¿sabéis lo que vio?
Una malva, y el gallo le dijo:

-Malvita, malva, límpiame el pico, que voy a las bodas del tío Perico.


-No quiero -dijo la malva-. No haberte ensuciado.
 

Y el gallo Kiriko siguió su camino. Anda que te anda, muy enojado, se encontró una oveja en otro prado.
 

-Ovejita, bonita, cómete a la malva, que no quiso limpiarme el pico para ir a las bodas del tío Perico.
 

-No quiero -dijo la oveja-. No haberte ensuciado.
 

Y el gallo Kiriko no tuvo más remedio que seguir su camino. Anduvo y anduvo, muy enfadado, hasta encontrarse a un lobo que estaba muy flaco.
 

-Lobito, lobo, cómete a la oveja, que no quiso comerse a la malva, que no quiso limpiarme el pico para ir a las bodas del tío Perico.
 

-No quiero -dijo el lobo-. No haberte ensuciado.
 

¿Qué diréis que hizo el gallo Kiriko? Seguir su camino muy malhumorado, y se encontró un palo.
 

-Palito, palo, pégale al lobo que no quiso comerse a la oveja, que no quiso comerse a la malva, ¿qué no quiso?... No quiso limpiarme el pico para ir a las bodas del tío Perico.
 

-No quiero -dijo el palo-. No haberte ensuciado.
 

¡Qué palo más malo! El gallo Kiriko, muy enfuruñado, sigue su camino. Y apenas había empezado a andar se encontró… ¡una candela!
 

-Candela, candelita, quema al palo, que no quiso pegarle al lobo, que no quiso comerse a la oveja, que no quiso comerse a la malva, ¿qué no quiso?... No quiso limpiarme el pico para ir a las bodas del tío Perico.
 

-No quiero –dijo la candela-. No haberte ensuciado.
 

Pues sí que está bueno. El gallo Kiriko, camina y camina. Muy aprisa va, sino a las bodas tarde llegará.
Entonces se encontró un río.
 

-Río, río, apaga la candela, que no quiso quemar el palo, que no quiso pegarle al lobo, que no quiso comerse a la oveja, que no quiso comerse a la malva… ¿qué no quiso?... No quiso limpiarme el pico para ir a las bodas del tío Perico.
 

-No quiero –dijo el río, y siguió su corriente.
 

¡Qué mala gente! El gallo Kiriko ya casi volaba, aunque iba muy triste. ¿Y sabéis lo que se encuentra? ¡Un burro!
 

-Burrito, burro, bébete el agua del río, que no quiso apagar la candela, que no quiso quemar al palo, que no quiso pegarle al lobo, que no quiso comerse a la oveja, que no quiso comerse a la malva, que no quiso… ¿qué no quiso?.... No quiso limpiarme el pico para ir a las bodas…
 

-¿Por dónde iba el gallo Kiriko?
 

-Por el burro.
 

-¡Pues álzale el rabo y bésale el culo!
 

-¿Y el gallo Kiriko?
 

-Con el burro se puso pesado y éste una coz le ha pegado.
 

-¿Y qué más?
 

-Que al río ha caído y se ha puesto empapado.
 

-¿Y qué más?
 

-Que en las bodas no entran gallos tan mojados, y el gallo 
Kiriko, con su pico limpio, fuera se ha quedado.
 

Y colorín colorado, este andariego cuento se ha acabado.

                                                                     FIN

sexta-feira, 22 de novembro de 2013

Frase do dia


" No hay creación sin tradición que la nutra, como no habrá tradición sin creación que la renueve."

Carlos Fuentes

"Papos" crônica de Luis Fernando Veríssimo

- Me disseram...

- Disseram-me.

- Hein?

- O correto e "disseram-me". Não "me disseram".

- Eu falo como quero. E te digo mais... Ou é "digo-te"? - O quê?

- Digo-te que você...

- O "te" e o "você" não combinam.

- Lhe digo?

- Também não. O que você ia me dizer?

- Que você está sendo grosseiro, pedante e chato. E que eu vou te partir a cara. Lhe partir a cara. Partir a sua cara. Como é que se diz?

- Partir-te a cara.

- Pois é. Parti-la hei de, se você não parar de me corrigir. Ou corrigir-me. - É para o seu bem.

- Dispenso as suas correções. Vê se esquece-me. Falo como bem entender. Mais uma correção e eu...

- O quê?

- O mato.

- Que mato?

- Mato-o. Mato-lhe. Mato você. Matar-lhe-ei-te. Ouviu bem?

- Pois esqueça-o e pára-te. Pronome no lugar certo e elitismo!

- Se você prefere falar errado...

- Falo como todo mundo fala. O importante é me entenderem. Ou entenderem-me?

- No caso... não sei.

- Ah, não sabe? Não o sabes? Sabes-lo não?

- Esquece.

- Não. Como "esquece"? Você prefere falar errado? E o certo é "esquece" ou "esqueça"? Ilumine-me. Me diga. Ensines-lo-me, vamos.

- Depende.

- Depende. Perfeito. Não o sabes. Ensinar-me-lo-ias se o soubesses, mas não sabes-o.

- Está bem, está bem. Desculpe. Fale como quiser.

- Agradeço-lhe a permissão para falar errado que mas dás. Mas não posso mais dizer-lo-te o que dizer-te-ia.

- Por que?

- Porque, com todo este papo, esqueci-lo.

Algumas incôngruências no Novo Acordo Ortográfico

Segundo o Novo Acordo Ortográfico da Língua Portuguesa de 1990, e que não foi oficializado até hoje, diga-se de passagem, caiu o acento diacrítico que servia para diferenciar a terceira pessoa do verbo parar “pára” e a preposição “para”.

O motivo da queda do acento diferencial seria para adequar a palavra "para" (verbo) às regras de acentuação, entretanto, a supressão desse acento pode provocar ambiguidades em frases como:

“Obra para o transito” – Podemos interpretar que (a) Trata-se de uma obra para trazer melhorias e bem-estar. (b) Conhecendo a “eficiência” dos serviços de obras públicas, poderíamos deduzir que a obra fez o trânsito parar, congestionar.

Vejamos a seguinte manchete: “ONU para ajuda a Gaza após ataque israelense”. Nesse caso, poderíamos entender que (a) a ONU paralisou a ajuda a Gaza devido ao ataque israelense ou (b) a necessidade de intervenção da ONU para ajudar Gaza após o ataque israelense.

E o que dizer de frases como “Pedro para para estudar”?

Por outro lado, permanece o acento diferencial de “pôr” (verbo) e “por” (preposição). Assim devemos usar o acento em construções como “Chegou a hora de pôr as cartas na mesa.” e sem acento em construções como “A Espanha passa por uma grave crise econômica”. Da mesma forma se acentua o verbo “pôr” ligado a pronome oblíquo: “Finalmente conseguiu pôr-se de pé”.

Ainda sobre pára/para, há outra incongruência no novo acordo: temos paraquedas e paraquedista sem hífen, mas para-raios, para-choques, para-vento, para-brisas, para-sol com hífen.

Paraquedas = artefato que serve para “parar”, ou seja, amortecer a queda pelo ar.

Para-vento = artefato que serve para “parar”, ou seja, diminuir a força do vento.

Qual seria a lógica empregada nesses casos?

Isso sem falar em outro caso ainda mais arbitrário: a manutenção do hífen em 7 locuções por serem consideradas consagradas: arco-da-velha, água-de-colônia, cor-de-rosa, pé-de-meia, mais-que-perfeito, queima-roupa e deus-dará.

E quanto a "pé de moleque", não é uma locução consagrada?

Não se esqueça: quando for à mercearia peça um pé de moleque sem hífen (mas com amendoim!).

quinta-feira, 21 de novembro de 2013

Traducción del cuento "O cônego ou metafísica do estilo" de Machado de Assis




El Canónigo o la Metafísica  del Estilo
Traducción: Diana Margarita

—"Ven del Líbano, esposa mía, ven del Líbano, ven... Las mandrágoras, dieron su olor. Tenemos a nuestras puertas toda casta de palomas..."
—"Yo os conjuro, hijas de Jerusalén, que si encontráis a mi amado, les hagáis saber que estoy enferma de amor..."

Era así, con esa melodía del viejo drama de Judá, que se buscaban uno al otro en la cabeza del Canónigo Matías un sustantivo y un adjetivo... No me interrumpas, lector precipitado; sé que no crees en nada de lo que voy a decir. Lo diré, sin embargo, a despecho de tu poca fe, porque el día de la conversión pública ha de llegar.
Ese día —creo yo que alrededor de 2222—, el paradojo se despojará de sus alas para vestir el abrigo de una verdad común. Entonces esta página merecerá, más que favor, apoteosis. Han de traducirla a todas las lenguas. Las academias e institutos harán de ella un pequeño libro, para uso de los siglos, papel de bronce, corte dorado, letras de ópalo embutidas, y capa de plata deslustrada. Los gobiernos decretarán que se enseñe en los institutos y liceos. Las filosofías quemarán todas las doctrinas anteriores, aun las más definitivas, y abrazarán esta psicología nueva, única verdadera, y todo estará acabado.
Hasta ese día pasaré por tonto, como se verá.
Matías, canónigo honorario y predicador efectivo, componía un sermón cuando comenzó el idilio psíquico. Tiene cuarenta años de edad, y vive entre libros y libros para los lados de la Gamboa. Vinieron a encargarle el sermón para cierta fiesta próxima; él que se regodeaba entonces con una gran obra espiritual, llegada en el último paquete, rechazó el encargo; pero le insistieron tanto, que lo aceptó.

—Reverendo, usted lo hace jugando —dijo el principal de los festeros.

Matías sonrió manso y discreto, como deben sonreír los eclesiásticos y los diplomáticos. Los festeros se despidieron con grandes gestos de veneración, y se fueron a anunciar la fiesta en los periódicos, con la declaración de que predicaba al Evangelio el Canónigo Matías, "uno de los ornamentos del clero brasileño". Este "ornamento del clero" le quitó al canónigo las ganas de almorzar, cuando él lo leyó ahora por la mañana; y solo porque ya estaba ajustado, se metió a escribir el sermón.
Comenzó de mala gana, pero al fin de algunos minutos ya trabajaba con amor. La inspiración, con los ojos en el cielo, y la meditación, con los ojos en el suelo, se quedan a uno y al otro lado del respaldo de la silla, diciendo al oído del canónigo mil cosas místicas y graves. Matías escribe, ora despacio, ora deprisa. Las tiras le salen de las manos, animadas y pulidas. Algunas traen pocos ajustes o ningunos. De repente, cuando iba a escribir un adjetivo, se suspende; escribe otro y lo tacha; otro más, que no tiene mejor fortuna. He aquí el centro del idilio. Subamos a la cabeza del canónigo.
¡Upa! Aquí estamos. ¿Le ha costado, no, amigo lector? Es para que no crea en las personas que van al Corcovado, y dicen que allí la impresión de la altura es tal, que el hombre no es nada. Opinión asustadora y falsa, falsa como Judas y otros diamantes. No crea en eso, lector amado. Ni Corcovados, ni Himalayas valen mucha cosa al pie de su cabeza, que los mide. Aquí estamos. Mire bien que es la cabeza del canónigo. Podemos elegir entre uno y otro de los hemisferios cerebrales; pero vamos por este, que es donde nacen los sustantivos. Los adjetivos nacen en el de la izquierda. Descubrimiento mío, que aun así no es el principal, sino la base de él, como se va a ver. Sí, señor mío, los adjetivos nacen de un lado, y los sustantivos del otro, y toda la suerte de vocablos está así dividida por motivo de la diferencia sexual...

—¿Sexual?

Sí, señora mía, sexual. Las palabras tienen sexo. Estoy acabando mi gran memoria psico-léxico-lógica, en que expongo y demuestro este descubrimiento. Palabras tienen sexo.

—Pero, entonces, ¿se aman unas a las otras?

Se aman unas a las otras. Y se casan. La boda de ellas es lo que llamamos estilo. Señora mía, confiese que no entendió nada.

—Confieso que no.

Pues entre aquí también en la cabeza del canónigo. Están justamente suspirando de este lado. ¿Sabe quién es el que suspira? Es el sustantivo de hace un rato, el tal que el canónigo escribió en el papel, cuando suspendió la pluma. Llama por cierto adjetivo, que no le aparece: "Ven del Líbano, ven..." Y habla así, pues está en cabeza de padre; si fuera de cualquier persona del siglo, el lenguaje sería el de Romeo: "Julieta es el sol... levántate, lindo sol."
Pero en cerebro eclesiástico, el lenguaje es el de las Escrituras. Al cabo, ¿qué importan las fórmulas? Los enamorados de Verona o de Judá hablan todos el mismo idioma, como ocurre con el thaler o el dólar, el florín o la libra que es todo el mismo dinero.
Por tanto, vamos allí por esas circunvoluciones del cerebro eclesiástico, atrás del sustantivo que busca al adjetivo. Silvio llama a Silvia. Escuchad; a lo lejos parece que suspira también alguna persona; es Silvia que llama a Silvio.
Se oyen ahora y se buscan. ¡Camino difícil e intrincado este de un cerebro tan lleno de cosas viejas y nuevas! Hay aquí un murmullo de ideas, que apenas deja oír los llamados de ambos; no perdamos de vista al ardiente Silvio, que allí se va, que baja y sube, se resbala y salta; aquí, para no caerse, se sujeta a unas raíces latinas, allí se arrima a un salmo, allá se sube a un pentámetro, y se marcha siempre andando, llevado por una fuerza íntima, a la que no puede resistir.
De vez en cuando, le aparece alguna dama —adjetivo también— y le ofrece sus gracias antiguas o nuevas; pero, por Dios, no es la misma, no es la única, la destinada al eterno para este consorcio. Y Silvio sigue andando, en busca de la única. Pasad, ojos de todo color, forma de toda casta, cabellos cortados a la cabeza del Sol o de la Noche; morid sin eco, dulces cantilenas suspiradas en el eterno violín; Silvio no pide un amor cualquiera, adventicio o anónimo; pide un cierto amor nombrado y predestinado.
Ahora no se asuste, lector, no es nada; es el canónigo que se levanta, se dirige hacia la ventana, y se apoya para distraerse del esfuerzo. Allí mira, allí se olvida del sermón y de lo demás. El loro encima de la posadera, al pie de la ventana, le repite las palabras de costumbre y, en el terrero, el pavo se infla todo al sol de la mañana; el mismo sol, reconociendo al canónigo, le envía uno de sus fieles rayos, a saludarlo. Y el rayo viene, y se para delante de la ventana: "Canónigo ilustre, aquí vengo a traerle los recados del sol, mi señor y padre." Toda la naturaleza parece así aplaudir el regreso de aquella galera del espíritu. Él mismo se alegra, vuelca los ojos por ese aire puro, los deja ir a hartarse de verdor y frescor, al sonido de un pajarito y de un piano; después habla al loro, llama al jardinero, se suena, se frota las manos, se apoya. No se acuerda más de Silvio ni de Silvia.
Pero Silvio y Silvia son los que se acuerdan de sí. Mientras el canónigo piensa en cosas extrañas, ellos prosiguen buscándose uno al otro, sin que él sepa ni sospeche de nada. Ahora, sin embargo, el camino é oscuro. Pasamos de la conciencia para la inconsciencia donde se hace la elaboración confusa de las ideas, donde las reminiscencias duermen o dormitan. Aquí pulula la vida sin formas, los gérmenes y los detritos, los rudimentos y los sedimentos; es el desván inmenso del espíritu. Aquí se cayeron ellos, buscándose uno al otro, llamándose y suspirando. Deme, lectora, la mano, sujétese a mí, lector, y resbalémonos también.
Vasto mundo incógnito. Silvio y Silvia penetran por entre embriones y ruinas. Grupos de ideas, deduciéndose a la manera de silogismos, se pierden en el tumulto de reminiscencias de la infancia y del seminario. Otras ideas, embarazadas de ideas, se arrastran pesadamente, amparadas por otras ideas vírgenes. Cosas y hombres se amalgaman; Platón trae las lentes de un escribiente de la cámara eclesiástica; mandarines de todas las clases distribuyen monedas etruscas y chilenas, libros ingleses y rosas pálidas; tan pálidas, que no parecen las mismas que la madre del canónigo plantó cuando él era niño.
Memorias pías y familiares se cruzan y se confunden. Aquí están las voces remotas de la primera misa; aquí están las canciones del campo que él oía cantar a las negras, en casa; estropajos de sensaciones desvaídas, aquí un miedo, allí un gusto, allá un hastío de cosas que vinieron cada una a su turno, y que ahora yacen en la gran unidad impalpable y oscura.

—Ven del Líbano, esposa mía...
—Yo os conjuro, hijas de Jerusalén...

Se oyen cada vez más cerca. He aquí llegan ellos a las profundas capas de teología, de filosofía, de liturgia, de geografía e de historia, lecciones antiguas, nociones modernas, todo mezclado, dogma y sintaxis. Por aquí pasó la mano panteísta de Espinoza, a escondidas; allí se quedó la uñada del Doctor Angélico; pero nada de eso es Silvio ni Silvia. Y ellos van rasgando, llevados por una fuerza íntima, afinidad secreta, a través de todos los obstáculos y por encima de todos los abismos. También han de venir los disgustos. Pesares sombríos, que no se quedarán en el corazón del canónigo, aquí están, à la manera de manchas morales, y al pie de ellos el reflejo amarillo o morado, o lo que quiera que sea del dolor ajeno y universal. Todo eso ellos van cortando, con la rapidez del amor y del deseo.
¿Se tambalea, lector? No es el mundo el que se desmorona; es el canónigo que se sentó ahora mismo. Se entretuvo a su gusto, volvió a la mesa de trabajo, y relee lo que escribió, para continuar; toma la pluma, la moja, la baja hacia el papel, a ver que adjetivo ha de anexar al substantivo.
Justamente ahora los dos codiciosos están más cerca uno del otro. Las voces crecen, el entusiasmo crece, todo el Cantar pasa por los labios de ellos, tocados de fiebre. Frases alegres, anécdotas de sacristía, caricaturas, facecias, disparates, aspectos aturdidos, nada los detiene, menos aún los hace sonreír. Id, id, el espacio se estrecha. Quedaos ahí, perfiles medio borrados de tontos que hicieron reír al canónigo, y que él olvidó completamente; quedaos, arrugas extintas, viejas charadas, reglas de voltereta, y  también vosotros, células de ideas nuevas, esbozos de concepciones, polvo que tiene que ser pirámide, quedaos, chocaos, esperaos, desesperaos, que ellos no tienen nada con vosotros. Se aman y se buscan.
Se buscan y se encuentran. En fin, Silvio encontró a Silvia. Se vieron, se cayeron uno en los brazos del otro, jadeantes de cansancio, pero redimidos con el pago. Se unen, se entrelazan los brazos, y regresan palpitando de la inconsciencia para la conciencia. "¿Quién es esta que sube del desierto, apoyada a su amado?", pregunta Silvio, como en el Cantar; y ella, con la misma labia erudita, le responde que "es el sello de su corazón", y que "el amor es tan valiente como la propia muerte".
En ese momento, el canónigo se estremece. El rostro se le ilumina. La pluma llena de conmoción y respeto completa el sustantivo con el adjetivo. Silvia caminará ahora al pie de Silvio, en el sermón que el canónigo va a predicar un día de estos, e irán juntitos a la prensa, se él colige sus escritos, lo que no se sabe.

quarta-feira, 20 de novembro de 2013

"Estar a fim de" em espanhol

Há diversas formas de dizer que alguém está interessado, apaixonado ou “estar a fim de” alguém em espanhol. A mais tradicional seria: “Estar enamorado de alguien”.

Você já deve ter ouvido uma música que atualmente se encontra entre as mais tocadas e que diz yo estoy enamorado por ti, e não sei como explicaaaar…”. Isso é portunhol. A construção correta é “estar enamorado de alguien” com a preposição “de”.

Da mesma forma, ao traduzir a expressão “estar interessado por alguém” para o espanhol, também usa-se outra preposição. Em espanhol se diz:

Estar interesado en alguien.

Outras formas mais coloquiais de dizer que se está a fim de alguém:

Estar colado por

Beber los vientos por

Estar chiflado por

Estar loco por

Estar por los huesos de alguien



Já a expressão “estar a fim” no sentido de ter vontade de fazer alguma coisa, pode ser traduzida ao espanhol como “tener ganas de” ou usando o verbo “apetecer”.

Exemplos:

Estou a fim de ir ao cinema = Tengo ganas de ir al cine / Me apetece ir al cine.

Estamos a fim de comer uma pizza = Tenemos ganas de comer una pizza / Nos apetece comer una pizza.

Não estou a fim de sair. = No tengo ganas de salir / No me apetece salir.

Não se esqueça de que “estar a fim” significa estar interessado em alguém ou ter vontade de fazer alguma coisa, enquanto que a palavra “afim” significa afinidade.

Ex.: Temos ideias afins. Ele tem uma profissão afim com a minha.

Resenha do livro "A tradução vivida" de Paulo Rónai




A Tradução Vivida é uma obra de inestimável valor tanto para o aprendiz de tradução quanto para o tradutor mais experiente. Neste livro, o tradutor Paulo Rónai relata, de forma simples e descontraída, suas experiências e conhecimentos adquiridos após décadas de dedicação à tradução.
Inicialmente ele comenta os vários tipos de tradução e explica que a ambiguidade das palavras se deve a que seu sentido é dado pelo contexto. 

A seguir fala da oposição entre tradução literal e livre e afirma  que a noção de fidelidade implica talvez menos aderência às palavras da língua-fonte do que obediência aos usos e às estruturas da língua-alvo. E enumera diversas definições de tradução criadas ao longo do tempo por autores e tradutores.

Analisa alguns problemas na escolha dos tradutores pelas editoras que preferem priorizar prazos a qualidade. Assim, discorre sobre o que seria o tradutor ideal que, segundo ele, deve possuir um conhecimento sólido da língua para a qual traduz, adquirido através da leitura atenta e contínua dos bons autores e pelo estudo incessante dos meios de expressão.

Além disso, o tradutor precisa ainda de uma boa cultura geral, curiosidade e desconfiança sempre alerta, deve adquirir um sexto sentido que o faça perceber as armadilhas da língua, que não permitem a tradução ao pé da letra e o bom-senso para encontrar soluções diante dos problemas que surgem durante a tradução.

Rónai discorre sobre as armadilhas da tradução, a maioria decorrentes da fé na existência autônoma das palavras. Ele fala da polissemia, que faz com que uma palavra tenha vários equivalentes conforme o contexto; dos falsos cognatos, palavras parecidas em dois idiomas, mas com sentidos diversos e cita vários exemplos; dos homônimos existentes em cada língua; dos trocadilhos; dos parônimos e sinônimos. Por fim, fala do problema das metáforas, lembrando-nos que não estamos traduzindo palavras, mas sentenças.

Também aborda questões editoriais relacionadas à tradução, tais como: a influência prejudicial do best-seller, a remuneração inadequada e a pressa, a escolha do original, o recurso a traduções intermediárias, a tradução a quatro mãos, as traduções por meio do português de Portugal, as adaptações, as alterações e correções do original, as vantagens e desvantagens do copidesque, a tradução dos títulos.

Outras questões tratadas são as falácias da tradução, entre elas a ilusão de que é possível aprender a traduzir por meio de tratado. Rónai afirma que a tradução aprende-se traduzindo o que não quer dizer que a reflexão sobre a tradução não seja necessária. Outra falácia de que trata é a da fidelidade. O que geralmente se espera de um tradutor é que ele seja fiel ao sentido do original. Mas, como foi visto no início do livro, uma palavra, ou mesmo uma frase inteira, pode ter vários sentidos, conforme o contexto. Ele repete sua opinião de que o tradutor mais fiel seria aquele que conseguisse esquecer as palavras da mensagem original e depois se lembrar de seu conteúdo para reformulá-la na sua própria língua. Assim, ele lembra que a fidelidade é uma obrigação dupla para com o original e para com a língua-alvo.

Quanto à tradução poética, ele mostra que existem diferentes tendências: os que defendem a tradução da poesia em prosa, para maior fidelidade ao sentido, e os que defendem uma recriação artística do poema traduzido, sem se prender apenas ao sentido. Ambas têm suas variantes.

Para concluir, Rónai conta suas reminiscências de tradutor, de décadas no oficio da tradução em diversas modalidades, da fundação da ABRATES e da árdua tarefa da organização da edição brasileira de A Comédia Humana, de Honoré de Balzac, trabalho que durou quinze anos, que resultou em dezessete volumes. 

Em fim, é uma obra indispensável na biblioteca do tradutor!


terça-feira, 19 de novembro de 2013

Tradução do conto "La intrusa" de Jorge Luis Borges




A intrusa
Conto de Jorge Luis Borges
Tradução: Diana Margarita


Dizem (o que é improvável) que a história foi referida por Eduardo, o mais novo dos Nilsen, no velório de Cristián, o mais velho, que faleceu de morte natural, lá pelos mil oitocentos e noventa e tantos, na comarca de Morón. O certo é que alguém a ouviu de alguém, no decorrer dessa longa noite perdida, entre um e outro mate, e a repetiu a Santiago Dabove, por quem a soube. Anos depois, voltaram a contá-la para mim em Turdera, onde havia acontecido. A segunda versão, um pouco mais prolixa, confirmava em suma a de Santiago, com as pequenas variações e divergências próprias ao caso. Escrevo-a agora porque nela cifra, se não me engano, um breve e trágico reflexo da índole do subúrbio antigo. Vou fazê-lo com probidade, mas já consigo prever que cederei à tentação literária de acentuar ou acrescentar algum pormenor.

Em Turdera eram conhecidos como os Nilsen. O pároco me disse que seu predecessor se lembrava, não sem surpresa, de ter visto na casa dessa gente uma Bíblia já gasta de capa preta, com caracteres góticos; nas últimas páginas entreviu nomes e datas manuscritas. Era o único libro que havia na casa. A malograda crônica dos Nilsen, perdida como tudo se perderá. O casarão, que já não existe, era de tijolo sem reboco; do saguão avistava-se um pátio de lajotas vermelhas e outro de terra. Quanto ao que resta, poucos entraram ali; os Nilsen defendiam sua solidão. Nos quartos desmantelados dormiam em catres; seus luxos eram o cavalo, o apero, a adaga de lâmina curta, a parafernália dos sábados e o álcool pendenciador. Sei que eram altos, de cabeleira avermelhada. Dinamarca ou Irlanda, de que nunca ouviram falar, corriam pelo sangue desses dois crioulos. O bairro temia os Vermelhos; não é improvável que devessem alguma morte. Ombro a ombro brigaram uma vez com a polícia. Diz-se que o mais novo teve uma altercação com Juan Iberra, em que não levou a pior, o que, segundo os entendidos, já é muito. Foram tropeiros, carneadores, ladrões de gado e alguma vez trapaceiros nos jogos de baralho. Tinham fama de avarentos, salvo quando a bebida e o jogo tornavam-nos generosos. De seus parentes nada se sabe e nem de onde vieram. Eram donos de una carroça e uma junta de bois.

Fisicamente diferiam do compadrio que deu seu apelido foragido à Costa Brava. Isto, com o que ignoramos, ajuda a compreender como foram unidos. Indispor-se com um era contar com dois inimigos.

Os Nilsen eram libertinos, mas seus episódios amorosos foram até então de saguão ou de prostíbulo. Não faltaram, pois, comentários quando Cristián levou Juliana Burgos para viver com ele. É verdade que ganhava assim uma criada, mas não é menos certo que a encheu de horríveis bugigangas e que a exibia nas festas. Nas pobres festas de bordel, onde o corte e a quebrada do tango estavam proibidos e onde se dançava, contudo, com muita luz. Juliana tinha a pele morena e os olhos rasgados; bastava que alguém a olhasse, para que ela sorrisse. Num bairro modesto, onde o trabalho e o descuido desgastam as mulheres, não era malparecida.

Eduardo os acompanhava no começo. Depois empreendeu uma viagem a Arrecifes por não sei que negócio; ao voltar, levou para casa uma moça, que havia conseguido pelo caminho, e aos poucos dias a mandou embora. Tornou-se mais rude; embriagava-se só no armazém e não se dava com ninguém. Estava apaixonado pela mulher de Cristián. O bairro, que talvez o soubesse antes que ele, previu com aleivosa alegria a rivalidade latente entre os irmãos.

Uma noite, ao voltar tarde da esquina, Eduardo viu o cavalo do Cristián amarrado à estaca. No pátio, o mais velho o esperava com sua melhor pilcha. A mulher ia e vinha com o mate na mão. Cristián disse a Eduardo:

— Vou a uma farra lá no Farías. Você tem aí a Juliana; se quiser usá-la.

O tom era entre mandão e cordial. Eduardo ficou um tempo olhando para ele; não sabia o que fazer. Cristián levantou-se, despediu-se de Eduardo, mas não de Juliana, que era uma coisa, montou no cavalo e foi a trote, sem pressa.

A partir daquela noite a compartilharam. Ninguém saberá os pormenores dessa sórdida união, que ultrajava as decências do subúrbio. O arranjo correu bem por umas semanas, mas já não podia durar. Entre eles, os irmãos não pronunciavam o nome de Juliana, nem sequer para chamá-la, mas buscavam, e encontravam razões para não estar de acordo. Discutiam a venda de uns couros, mas o que discutiam era outra coisa. Cristián costumava erguer a voz e Eduardo se calava. Sem saber, vigiavam-se. No duro subúrbio, um homem não dizia, nem a si mesmo, que uma mulher pudesse lhe importar mais além do desejo e da posse, mas os dois estavam apaixonados. Isso, de algum modo, os humilhava.

Uma tarde, na praça de Lomas, Eduardo cruzou com Juan Iberra, que lhe deu os parabéns por esse primor que se havia agenciado. Foi então, creio eu, que Eduardo o injuriou. Ninguém, em sua frente, zombaria de Cristián.

A mulher atendia os dois com submissão bestial; mas não podia ocultar certa preferência pelo mais novo, que não havia rejeitado a participação, mas que não a havia colocado à disposição.

Um dia, mandaram Juliana levar duas cadeiras para o primeiro pátio e que não aparecesse por lá, porque eles tinham que conversar. Ela esperava um diálogo longo e se deitou para dormir a sesta, mas logo se lembraram dela. Fizeram-na encher uma sacola com tudo o que tinha, sem esquecer o rosário de vidro e a pequena cruz que a mãe lhe deixara. Sem lhe explicar nada, subiram-na à carroça e empreenderam uma silenciosa e tediosa viagem. Tinha chovido; as estradas estavam muito pesadas e deviam ser as onze da noite quando chegaram a Morón. Ali, venderam-na à patroa do prostíbulo. O trato já estava feito; Cristián recebeu a quantia e a dividiu depois com o outro.

Em Turdera, os Nilsen, perdidos até então na manhã (que também era uma rotina) daquele monstruoso amor, quiseram reatar sua antiga vida de homens entre homens. Voltaram às falcatruas, às rinhas, às farras casuais. Talvez, alguma vez, tenham acreditado que estavam salvos, mas costumavam incorrer, cada qual por seu lado, em injustificadas ou fartamente justificadas ausências. Pouco antes do fim de ano o mais novo disse que tinha o que fazer na Capital. Cristián foi para Morón; na estaca da casa que já sabemos reconheceu o cavalo de Eduardo. Entrou; o outro estava lá, esperando a vez. Parece que Cristián lhe disse:

— Se continuarmos assim, vamos cansar os pingos. Melhor que a tenhamos a mão.

Falou com a patroa, tirou umas moedas da atiradeira e a levaram com eles. Juliana ia com Cristián; Eduardo esporeou o cavalo para não vê-los.

Voltaram ao que já foi dito. A infame solução fracassara; os dois haviam cedido à tentação de trapacear. Caim andava por lá, mas o carinho entre os Nilsen era muito grande — quem sabe os rigores e os perigos que haviam compartilhado! — e preferiram desabafar sua exasperação com alheios. Com um desconhecido, com os cachorros, com Juliana, que trouxera a discórdia.

O mês de março estava prestes a acabar e o calor não cedia. Num domingo (aos domingos as pessoas costumam deitar-se cedo) Eduardo, que voltava do armazém, viu que Cristián atrelava os bois. Cristián lhe disse:

— Venha, temos que deixar uns couros lá no Pardo; já os carreguei; vamos aproveitar a fresca.

O comércio do Pardo ficava, creio eu, mais ao Sul; tomaram pelo Caminho das Tropas; depois, por um desvio. O campo ia crescendo com a noite.

Margearam um capinzal; Cristián jogou fora o cigarro que tinha acesso e disse sem pressa:

— Vamos trabalhar, irmão. Os carcarás nos ajudarão depois. Hoje a matei. Que fique aqui com suas pilchas, já não fará mais estragos.

Abraçaram-se quase chorando. Agora outro círculo os unia: a mulher tristemente sacrificada e a obrigação de esquecê-la.