domingo, 30 de novembro de 2014

¡Adiós, Chavito!

El Chavo, personaje creado e interpretado por Roberto Gómez Bolaño

Esta semana el mundo se ha quedado un poco más triste. Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, uno de los artistas más populares de América Latina nos ha dejado. Seguro que se marchó sin querer queriendo y, como le debo muchos momentos de diversión, emoción y risas, no podría dejar de dedicarle un homenaje en mi blog.

Cuando salimos de España, en 1979, mi papá, mi mamá, mi hermana menor y yo, nos fuimos a vivir a Paraguay, más específicamente a Ciudad del Este, ciudad que hace frontera con Foz do Iguaçu, Brasil. En aquel entonces conocí la serie televisiva “El chavo del ocho”. Claro que yo no tenía muchas condiciones de hacer un análisis más profundo de la obra, simplemente me encantaba, sin reflexiones ni nada…

¿Quién lograría quedarse inmune a la gracia de aquel chiquilín torpe, que junto con sus amigos el Quico y la Chilindrina hacían mil travesuras?  Hoy me doy cuenta de las características que lo hacían tan loable: el Chavo representaba la infancia de muchos niños pobres e invisibles de las metrópolis latinoamericanas que se las arreglan solos para sobrevivir a una realidad hostil. Si no se tratara de un programa humorístico, sería trágico: el niño que sueña con bocadillos y pasteles y que tiene como hogar un barril…  

El hecho es que Chespirito lograba extraer risas de la tragedia humana, porque muchas veces de las situaciones más miserables sobresalen sentimientos nobles como la amistad y la solidaridad. Por encima de todas aquellas situaciones tragicómicas, había una comunidad unida por lazos de amistad y ternura.

El Chavo fue un chiquilín humilde, ingenuo, carente, frágil, que traspasó las fronteras del territorio mexicano y fue acogido en millones de hogares de América Latina, porque la infancia es algo universal y el corazón es un hogar acogedor donde siempre cabe, o debería caber, uno más.

Claro que nada es perfecto, también hay mucha controversia acerca de las peleas que la fama generó entre los actores y en México los sentimientos se dividen entre los que aman a Chespirito y los que lo acusan de hacer un humor simplón, pastelazo e incluso insultante. Es verdad que mostrar el abandono a que se someten tantos niños puede resultar insultante, la realidad no siempre es complaciente ni agradable.

Bueno, mi intención aquí está muy lejos de levantar polémicas, para eso están los periódicos, las revistas de chismes y los artículos académicos, para disecar y escrudiñar cada detalle. ¿Qué opinaría el Chavo de todo esto? Probablemente diría:  “fue sin querer queriendo”.
Particularmente, puedo afirmar que el Chavo será para siempre uno de mis personajes favoritos, por brindarme tantos momentos de alegría con sus motes y gestos tan previsibles y divertidos.

Claro que la obra de Chespirito no se resume al Chavo, cada personaje tiene su encanto y todos son responsables del gran éxito alcanzado. La referencia al Chavo se debe a la inevitable relación entre creador y criatura, ya que el personaje fue interpretado por el propio autor y por eso es inevitable no confundirlos. No solo el Chavo fue interpretado por el autor como también el Chapulín Colorado, y aun el Chómpiras, el ladrón honrado; el doctor Chapatín, que cargaba una bolsa de papel que nadie supo que traía dentro o el Chaparrón Bonaparte, el loco más cuerdo de un patio de vecinos.   

El Chapulín, con su chipote chillón y sus antenitas, es un caso aparte que también influyó de forma especial en mi infancia. Cuántas veces intenté, con mi hermana y nuestras amigas, descubrir la fórmula de las pastillas de  chiquitolina, con poderes mágicos que permitían al Chapulín librarse de las situaciones más peligrosas encogiéndose hasta alcanzar el tamaño de un ratón. ¿Y la chicharra paralizadora con que paralizaba a sus enemigos? ¿Y la célebre frase cuando resolvía, de la manera más torpe, los casos que se le presentaban: “No contaban con mi astucia?. Bastaba con que un menesteroso y afligido suspirara: “Oh, y ahora quién podrá ayudarme?”, para que nuestro torpe héroe apareciera proclamando:  “¡Yo, el Chapulín Colorado!”, “¡Síganme los buenos!”.

Al inicio del programa se anunciaba al héroe con la siguiente frase: “más ágil que una tortuga, más fuerte que un ratón, más noble que una lechuga, su escudo es un corazón”.

¡Cuánta imaginación y originalidad! La creatividad de Bolaños le rindió el apodo de Chespirito, en honor a Shakespeare, pero como era bajito, Shakespearecito. Así surgió el mote mexicanizado, Chespirito.

Cuando yo era pequeña y vivía en Paraguay, tuve el privilegio de asistir a un espectáculo de la pandilla del Chavo y a pesar de no recordarlo bien, sé que fue uno de los días más emocionantes de mi infancia.

¡Gracias, Chavito, saludos a Don Ramón, a la Bruja del 71 y a don Jaimito, el cartero!

4 comentários:

  1. Lindo homenaje, Diana. Lo comparto con mis hijos.

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  2. Que homenagem linda num texto tão gostoso de ler! Adoro seu blog.

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    1. Que bom que você gosta do blog, Coralina, é muito gratificante e estimulante receber esse tipo de comentários. Obrigada!

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